miércoles, 20 de febrero de 2013

Rosa Luxemburgo



Paris, 5 de abril de 1894
Aquí estoy, en casa, sentada a mi mesa y obligándome a trabajar en la proclama. ¡Querido mío! ¡No tengo ganas! La cabeza me duele y me pesa, ese ruido, ese rodar horrible en la calle, esta pieza abominable… ¡Quiero estar contigo, no puedo más! Piensa, todavía dos semanas por lo menos, porque este domingo no puedo preparar la conferencia a causa de la proclama; debo entonces esperar hasta el domingo siguiente. Luego, la conferencia rusa y, más tarde, la visita a lo de Lavrov.
Querido, ¿cuándo terminará esto? Empiezo a perder la paciencia, no se trata del trabajo, sino únicamente de ti. ¿Por qué no has venido aquí, a reunirte conmigo? Si te tuviera conmigo, ningún trabajo me daría miedo. Hoy, en lo de Adolfo, en medio de la conversación y de los preparativos de la proclama, de golpe sentí en mi alma tal fatiga y tal nostalgia de ti que casi grité en voz alta. Tengo miedo de que el antiguo demonio (el de Ginebra y Berna) salte de pronto en mi corazón y me conduzca a la estación del Este.
Para consolarme, imagino el momento en que la locomotora silbará, en que diré adiós a Jadzia y a Adolfo, en que, al fin, el tren se mueva, el momento en que iré a reunirme contigo. ¡Ah, Dios mío, me parece que toda la cadena de los Alpes se extiende entre ese instante y yo!
¡Querido! ¡Cuando esté cerca de Zurich, cuando tú me esperes, cuando descienda, por fin, del vagón y corra hacia la salida, estarás en la puerta, en medio del bullicio, y no tendrás el derecho de acudir hacia mí, pero yo volaré hasta ti!
Pero no nos besaremos tan pronto, ni nada, porque eso lo estropearía todo, no expresaría nada, pero nada. Solamente nos apuraremos a volver a casa, y nos miraremos, y nos sonreiremos. En casa nos sentaremos en el sofá, y nos apretaremos el uno contra el otro, y me fundiré en lágrimas como en este momento.
¡Querido! ¡Ya tengo bastante; quiero que esto termine lo antes posible! ¡Mi amor, no puedo más! Por desgracia, temiendo una pesquisa, he destruido tus cartas y ya no tengo nada con que consolarme.
¡Si supieras cómo escribes en polaco! ¡Espera que tu mujer te gruña, ya verás! Seguramente estarás enojado, en toda tu carta no hay una sola palabra sobre “los asuntos”.
Para consolarte, agregaré algunas palabras sobre “los asuntos”. Tu proclama me gusta mucho, con excepción de algunas pequeñas expresiones. Si ese delator verdaderamente está en Zurich, intenta verlo; extirparle ese maldito número de La causa obrera es muy fácil.
¿Es que Wladyslaw Henrich no avisará telegráficamente los resultados?
Viernes. Recibí dinero, los libros y las cartas. Trabajo en la proclama. Vela por ti y escribe.
Envíame las tarifas del Ateneum (mensuario de literatura de Varsovia) y los recortes que tenía Janek Bielecki.
R.